Eros, ingrediente liberador en la cocina de Laura Esquivel


Dra. Priscilla Gac-Artigas
Monmouth University
    Al hablar de ceremonias secretas, de recetas, nuevas o ancestrales, que excitan la imaginación y liberan los sentidos al transponer los jugos corporales a los jugos de una cebolla, al devorar un manuscrito abandonado en una esquina tras el banquete o salvado de las llamas del incendio de la creación, es como si robáramos un manjar destinado a los dioses o escucháramos el canto afrodisíaco de la cebolla al caer, danzarina transparente, en el aceite hirviendo.

    Al abrir la primera página de Como agua para chocolate fue como si abriera mi cuerpo a mis sueños o mi mirada a la imagen intentando penetrar el secreto, sabiendo que aquello que está tras "la cebolla tiene que estar finamente picada" (13) es un secreto de alquimia, son los caminos perdidos que conducen de la realidad al sueño y del sueño a una alegre sartén, son los afrodisíacos que estimulan la imaginación, es el puente entre el olor, la imagen y la palabra, es el resultado de un plato ilícito, aquel que se hace en secreto para el amante y del que nadie sabe a ciencia cierta si fue consumido, o consumado.

    Un libro tiene una doble vida, y su versión final será consumada en las manos del lector. Es tarea del novelista el devolvernos el sueño, el sueño o el insomnio y es tarea del lector la de reconstruir el universo de sueños puesto que por erótica y sabia que sea una receta, el plato tiernamente preparado se enfría y se vuelve incomible si no tenemos al otro lado los labios entreabiertos y húmeda la lengua de aquellos a quienes está destinado. Esas lenguas que son "el reflejo único del ser humano, que sirven para comunicarnos y hasta para malentendernos, para decir la verdad y para fingir, para desvelar y para ocultar, para embaucar y para compadecer, para odiar y para amar."(1)

    Es el fuego de la gruta sagrada el que explota en el baño, es Laura y es Tita, es la novela, es el sueño y es la imagen que re-creamos a partir de la ardiente, olorosa y fértil página. Estoy hablando del camino secreto del escritor, y es tarea del lector el descubrir la especia utilizada, el encontrar el árbol bajo el cual descansar tras la deliciosa cena para, cerrando los ojos, penetrar el universo imaginario y entrever, para saciar su destino.

    La novela Como agua para chocolate en sus diferentes niveles de mundo mágico y de mundo real, en sus diferentes niveles de lenguaje, culto y popular, invita a leer de olores, a no reproducir recetas de fríos gramajes: dos citas y tres hojitas, (aunque bien podría aceptarse si se tratase de hojitas de perejil recién cortado, de ese que usan las brujas para preparar la poción mágica para volar o para untar los secretos agujeros provocando delicioso picor, o de los pétalos almibarados de una rosa que son capaces de resuscitar a un muerto entre explosiones de gloria). La novela nos invita a leer las recetas como elemento de recuperación del discurso femenino, nos invita a descubrir la causa ausente, a reconstruir la historia transgrediendo la historia, a dar rienda suelta a la imaginación en la cocina literaria de Laura Esquivel para reconstruir la historia en movimiento; nos invita a dar paso a la negra y picante imaginación de la pimienta y al rojo calor de un chile en esa búsqueda del deseo, en esa busca de algo que está, pero que no está explícito, ese texto subyacente que no está, pero que nos pone en movimiento.

    Y la historia saldrá a caminar por los caminos de otra historia, y la opresión y la libertad se vestirán de falda, y los cuerpos explotarán en calores y olores y el olor a pétalos de rosa del cuerpo de la hembra en celo será más fuerte que el de la pólvora y Gertrudis se liberará cabalgando a campo abierto huyendo de los cerrados dormitorios para regresar al mando de las tropas liberadoras, puesto que, como dijera Antonio Escohotado en su Retrato del libertino, si la libertad es la sustancia del vivir, el amor representa sus sentimientos, el ánimo de la libertad misma. Laura Esquivel no se detiene en la historia, juega con ella, la atraviesa, la canta en sus corridos (precursores de los danzones que darán nacimiento a la primera novela multimediática en que juega con Puccini y la música mexicana), la canta alrededor de la higuera, y mamá Elena aprovecha para desaparecer, no sin antes vengarse envolviendo con el fuego a Pedro. No, Laura Esquivel no se detiene en la historia, la emplea para ilustrar, dar movimiento, situar, liberar más allá de la Revolución, a la mujer, elemento reprimido, y transformarla en elemento dinámico en el proceso de transformación social. Así, trabajando con diferentes niveles jugará con la lucha armada, con la lucha de clases y con la lucha de géneros, y en una y en otra sus personajes se rebelarán contra el orden establecido.

    Al amasar los huevos, esos huevos "que dan bríos a los viejos, curan la indiferencia y regeneran el vientre seco de las mujeres infértiles," (Allende 153) arrojados de dos en dos, mezclados con la blanca harina mojada por sus lágrimas Tita/Laura irá asociando los fantasmas eróticos a una torta de bodas para escapar a través de su cocina mágica y, Diosa del amor y la venganza, producir una eterna nostalgia en aquellos a los que el amor, manjar supremo, no estaba destinado.

    Al trastocarse la madre en el patriarca, maneja el feudo y la familia negando su pasado y su sexo, rechazando hasta el nombre de mamá. Y al mismo tiempo que impone las estrictas reglas patriarcales sobre lo femenino y lo social, oculta en la más secreta y perfumada de las arcas, al interior de dos paredes humedecidas por las lágrimas que se entreabren cada noche, la foto del amante mulato al que entregara su pasión. La madre-patriarca que impone un rígido orden moral para impedir que aflore la lujuria con la que un día se entregó, al igual que el macho exige de la hembra una virtud que él no practica; reacción que se puede observar constantemente, según Julia Kristeva, en la mujer que adquiere poder.(2)

    La iniciativa amorosa se vestirá de falda, y los pantalones estarán "a su orden mi generala," o tendrán que reducirse a ser alumbradores de candela a través del recuerdo; los senos danzarán al ritmo del cuerpo moliendo almendras y ajonjolí sobre el metate y el olor atravesará los muros y atraerá a Pedro, y la mirada se encontrará en los senos, y en un segundo éstos se transformarán de castos en voluptuosos al tiempo que las almendras se funden con el ajonjolí. Así, Tita "comprendió perfectamente lo que debe sentir la masa de un buñuelo al entrar en contacto con el aceite hirviendo." (22) La fogata de recuerdos la transformará en cenizas y será sólamente en esta armonía, en este amar y hacer el amor sin ataduras, en su rebelarse para llegar a esta entrega suprema -su última receta- que Tita nos transmitirá su historia y logrará la paz y la felicidad, ya que, como afirmara Julia Kristeva, "c'est seulement au prix d'une révolte que l'on devient heureux." (sólo se alcanza la felicidad a través de la rebelión).(3)

    De entrada, Laura Esquivel nos sitúa; nos sitúa en el espacio, en los espacios que dominarán la novela. Nos sitúa en el contexto socio-político en el cual se desarrollará su Como agua para chocolate: la cocina. La cocina con su doble connotación: reino prohibido y maravilloso, reino mágico y creador, espacio abierto formado de múltiples espacios al igual que la biblioteca universal de Borges, o, espacio de reclusión, de sometimiento, de rebajar la condición si el espacio es leído por el varón; nos sitúa de lleno en la intertextualidad que dominará la novela.

    De entrada, "hors d'oeuvre, appetizer", nos sitúa también en el conflicto que atraviesa a los personajes: la madre, quien tomará el papel de patriarca, renuncia al más sagrado de los fluidos sagrados y al dar nacimiento a Tita se seca de leche, se seca de vida para renunciar a ella, y ya patriarca, confinarla al mundo de la cocina.

    Mundo secreto y maravilloso que Tita llega a conquistar, a dominar y emplea como ingrediente liberador; mundo en el cual sus hermanas se pierden. Mundo abierto al que, por vivir encerradas en una casa-sociedad, temen al igual que el ave que nació en cautiverio teme el volar hacia la libertad cuando la puerta de la jaula se abre. Mundo exterior al que temen, y al cual no quieren enfrentar a menos que... a menos que una de ellas, la mestiza, logre escaparse, no a través de la cocina sino a través del ritmo, del deseo, de la pasión desatada por la comida de Tita. Y las codornices, los pétalos de rosa y las castañas traspasaban el cuerpo de Tita y Pedro trasvasándose mágicamente en Gertrudis quién explotó en jugos y deseo mientras Tita estaba sin estar, y sólamente sus ojos sin vida indicaban que no se encontraba en este mundo y que su cuerpo se encontraba lejos de la mirada vigilante de mamá Elena, recorriendo el cuerpo amado.

    No nos entrega Laura Esquivel una mortal receta, no, sería muy fácil; los pétalos deben provenir de rosas regaladas por el objeto del deseo y la receta ser guiada desde el más allá, ese espacio que se remonta a las recetas prehispánicas de Nacha, esos espacios paralelos que se mueven en la cocina y que se encuentran en Tita y se concretizan en la comida que prepara. Esa receta que exige el liberar a la codorniz de ese dolor que Tita sentía, de esa fractura del alma, de ese huevo tibio que quedó atorado en su garganta desde su infancia, de esa opresión que enmarcó su vida. Esa receta que exige que de un movimiento seco y firme se retuerza la cabeza de la codorniz para, tras el sacrificio, llevarla al altar de una bandeja y ofrecerla, plato divino, en ofrenda de amor.

    En cambio, la otra hermana, aquella destinada a conocer varón, a casarse, pierde la felicidad al perderse en el sometimiento que le impide gozar de un plato de libertad, en las reglas que cubren el virginal cuerpo para dejar visibles, sólo "las partes nobles de [la] esposa" (61) perdiendo aquello que a Tita le fuera prohibido: la felicidad otorgada por el acceso al dormitorio.

    Y al volar y penetrar el cuerpo amado a través de las codornices Tita lucha por su liberación, por su realización y Gertrudis vuela en llamas haciendo el amor sobre un corcel penetrando de lleno en la historia de la Revolución mexicana, y ama y se prostituye y se revuelca en el caballo y se revuelca en un burdel buscando calmar su fuego, ese cosquilleo en el centro de su cuerpo que comenzó al comer una codorniz preparada con pétalos de rosa, para salir del burdel en brazos de su amado capitán y regresar parte integrante de la historia, generala, a mostrar el nuevo orden social a su casa, y generala, ordenar en la cocina pidiendo del soldado la preparación del plato, inversión de roles, estableciendo el derecho de su género a existir en plano de igualdad tanto en la casa como en la sociedad.

    Lucha por la igualdad, lucha por la felicidad, lucha por romper la tradición, por el derecho a existir, a valer, a tener voz; lucha por el derecho a la felicidad, lucha de géneros, de sexos, lucha social y política enmarcada por los espacios cerrados, la reglas herméticas y las recetas liberadoras, recetas que abren las rendijas en los espacios permitiendo que se escapen los olores, que se crucen las miradas, que maduren las frutas y los senos; recetas que sin Eros, ese componente esencial en la novela, estarían destinadas a enfriarse y ser indigestas al no despertar ni deseo ni apetito por lo nuevo.

    Nos sitúa Esquivel en el espacio, en el universo de la cocina, pero juega con el tiempo. Es así como Tita, para resistir el presente, se refugia en el pasado y sus experiencias pasadas son vitales para encontrar fortaleza en el momento presente. Revive Tita un pasado de triunfo sobre el varón, de triunfo sobre los niños al cruzar en menos tiemp o el río grande, de triunfo al , a los 14 años, tomar el puesto del inútil conductor y lograr controlar los caballos desbocados, y éstos y otros recuerdos en que se sintió llevando las riendas "le permitieron lucir durante la ceremonia [el matrimonio entre Pedro y su hermana] una apacible sonrisa de gata complacida."(43) Es así como Tita, para liberar el futuro, conjura los tiempos y los elementos en su cocina y ello le permite desatar la terrible fuerza de la nostalgia, del recuerdo, de lo perdido, tal como lo entendiera Cortés al observar las ruinas del templo como lo describe Laura Esquivel en su nueva novela, La ley del amor. En ese momento en que aprende a escuchar la palabra antes de ser pronunciada, de dónde vendrá el amor o el ataque y en que se ve el futuro incluso cuando se está observando el pasado. Entendió que hay que destruir hasta el recuerdo para evitar la nostalgia al comer una torta de bodas regada por las lágrimas o evitar el llanto incontrolable cuando se lleva a los ojos un pañuelo plagado de recuerdos, un pañuelo endurecido por la sal de las lágrimas de Tita.

    La sociedad patriarcal con sus rígidas leyes puede entregar amarrada a la novia o impedir un matrimonio de amor, pero no puede detener el movimiento liberador de las caderas de aquellas diosas que, como Gertrudis, son capaces de cabalgar desnudas sobre la historia y en dos personajes la caderas vuelven a hablar y las caderas de Gertrudis se confunden con las de Citlali y ambas renuncian a someterse puesto que ambas poseen la energía del amor, una cabalgando se apropia de la historia, la otra sacrificando el hijo ajeno del objeto odiado logra su muerte y su liberación.

    Aun cuando cuando era parte del mundo de los vivos, Tita ya pertenecía y viajaba por otros mundos, otros espacios, encontrándose con los elegidos del amor, los priviliegiados que, en la cocina, en las fórmulas caseras, descubrieron el secreto del fósforo, como la abuela de John, Luz del Amanecer, una india Kakapú. Para encontrarse, estos seres tienen que habitar el mismo espacio, y en la novela, algunos personajes viven en un presente habitado por recuerdos y otros, como la abuela del doctor, en un pasado habitado de futuro. Los espacios se reunirán en Tita junto a la receta de Luz del Amanecer y las velas alumbradas por Nacha; y en el cuerpo de Pedro, y los recuerdos de Tita, se abrirá el túnel del infinito.

    En la novela, la dorada tortilla de maíz se dio vuelta y es la sartén quien tiembla esperando de deseo, quien chisporrotea lacrimosamente de temor de sentirse sola. La dorada tortilla vuela, se da vuelta, encuentra su centro y su placer, su lugar en esta historia y en la historia, antes de desaparecer en el túnel del infinito, dejando para el futuro un libro de recetas de cocina que será encontrado por otra mujer y aplicado en lo que pareciera ser el reino de este mundo de la mujer latinoamericana, la cocina, pero que explotará si es que... si es que Eros se hace presente, si es que se sabe preparar una codorniz con pétalos de rosa o se sabe preparar un ajíaco afrodisíaco de esos que hacía Isabel Allende en el sur de Chile o una rosada pierna de puerco asada a la criolla, con jugo de naranja agria, orégano, dos cucharaditas de comino, media de la pícara pimienta, perforada una y otra vez por Zoé Valdés, si es que se puede elegir, no el dónde servirlo, pero sí el para quién el plato está destinado; si es que la receta está como agua para chocolate y bajo la espuma se encuentra el preciado nuevo plato de la literatura en América Latina.

obras citadas:

Allende, Isabel. Afrodita. New York: Haper Libros, 1997.

Butler, Judith et al. Feminist Theorize the Political. New York: Routledge, Chapman and Hall, Inc., 1992.

Escohotado, Antonio. Retrato del libertino. España: Espasa Hoy, 1997.

Esquivel, Laura. Como agua para chocolate. México: Editorial Planeta Mexicana, 1994.

. La ley del amor. New York: Crown Publishers, Inc., 1996.

Gilbert, Sandra and Susan Gubar. "Sexual Linguistic: Gender, Language, Sexuality." The Feminist Reader. Ed. Catherine Belsey and Jane Moore. New York: Basil Blackwell, 1989, 81-100.

Julia Kristeva. "Julia Kristeva 1: si vous n'en étiez pas, quel serait votre désir?." France: Le Web de L'Humanité, 12 novembre 1996.

. "Women's Time." The Feminist Reader. Ed. Catherine Belsey and Jane Moore. New York: Bail Blackwell,1989, 197-218.

Valdés, Zoé. Te di la vida entera. España: Editorial Planeta, 1997.
 

1. Emilio Alarcos, miembro de la Real Academia de la Lengua Española, discurso de agradecimiento por el Premio Nacional de Investigación Menéndez Pidal (1955), en Cuartas Javier. "Muere Emilio Alarcos, eje del castellano moderno." España: El País digital #634, 27 enero 1998.

2. Sobre la identificación de la mujer con el poder, véase Julia Kristeva. "Women's Time": en The Feminist Reader. Ed. Catherine Belsey y Jane Moore. New York: Basil Blackwell, 1989: 197-208.

3. Julia Kristeva. en "Julia Kristeva 1: si vous n'en étiez pas, quel serait votre désir?." France: Le Web de L'Humanité.12 novembre 1996.
 


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